martes, 19 de marzo de 2013

LLUVIA VERDE,FUMATA BLANCA

Nuestra Extremadura, generalmente árida en los campos y fuerte en sus gentes, ha cambiado su aspecto gracias a las persistentes lluvias que nos visitan un día sí y otro también. Eso hace que nuestros campos, anegados de agua, se vuelvan tan verdes como los de Galicia. Si exceptuamos algunos inconvenientes de la abundancia de lluvia (que los hay), lo cierto es que nos acarrean no pocos beneficios, no sólo a la agricultura y ganadería sino a la industria (venta de paraguas, impermeables, botas katiuskas, etc.). La lluvia es universal ─como la crisis ─ ,y también ha llegado al Vaticano. En la plaza de San Pedro, un mar de paraguas esperaba expectante que saliera la fumata blanca, un nombre y un hombre. La fe de los que se congregaban en la plaza del Vaticano no la empañaba la lluvia. No tardaron las campanas de la catedral de San Pedro en anunciar, incansables, que habemus Papam. Poco después, el mundo entero conocía al nuevo Pontífice. Se presuponía que sería de allende los mares, donde la religiosidad y vocaciones aún no han sufrido la debacle que en Occidente. Puede que el argentino Francisco introduzca cambios y una bocanada de aire fresco se cuele por el Vaticano. Tan necesarios como lo era la lluvia. Para los católicos no cabe duda de que la fumata blanca ha supuesto una alegría comparable a la de los campesinos y agricultores con el regalo de la lluvia cuando los campos están secos. A unos les alimentará el cuerpo y a otros, el alma. Ambos acontecimientos: la lluvia y la fumata, seguirán llenando páginas de periódicos y espacios televisivos. Y continuarán comentando la misa inaugural de su pontificado, como ceremonia de entronización. La cristiandad tiene puestas sus esperanzas en Francisco, sobre todo los pobres. El nuevo Papa habla mucho de ellos. El tiempo lo dirá porque «obras son amores y no buenas razones». Lo cierto es que por unos días, la gente mudará los temas de conversación en bares y en familia, se aparcarán la crisis, los desahucios, los malos tratos, las injusticias, los atracos de las bandas y los de los grandes señores, esos que suelen salir exentos de culpa. Y los pobres, confiados, esperarán que el maná les caiga de Roma. Rosa López Casero

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