sábado, 11 de diciembre de 2010

ENCAMISÁ, FERVOR Y FIESTA


No importa que sean creyentes o no, no importa la clase social, edad, sean ejecutivos, o trabajadores en paro. Esa noche todos son iguales, todos están hermanados por un sentimiento de religiosidad, fervor, de amor a la Inmaculada, representada en el Estandarte que recorre sus calles en la noche del día 7 de diciembre. Se mezclan: el fervor de todo un pueblo, aferrado como pocos a sus tradiciones; el orgullo del portaestandarte, que por una noche, única en su vida, se siente protagonista por haberle tocado en suerte llevar el Estandarte de la Virgen montado en un caballo, cubierto con la sábana finamente bordada, adornada con puntillas y con la imagen de la Inmaculada en la espalda; la constancia de los escopeteros que aportan las salvas e impregnan el ambiente del olor a pólvora representando los arcabuces de la batalla que se conmemora; los jinetes a caballo, portando un farol, que se sienten soldados de los Tercios de Flandes, o de la batalla de Pavía, no importa el lugar, importa que, según la leyenda, unos cuantos torrejoncillanos estuvieron allí, invocaron a su Virgen, ganaron la batalla y al llegar al pueblo e ininterrumpidamente, han venido saliendo a caballo durante horas, en procesión, desde hace siglos hasta hoy, para agradecer a la Patrona su ayuda por vencer en la batalla. No les importa la lluvia ni el frío. Los encamisaos son los verdaderos artífices de la fiesta; las mujeres y niños que animan la procesión con sus vivas, ratificaron su amor a María días antes con la ofrenda de flores, luciendo el bello traje típico torrejoncillano, adornadas con el espectacular pañuelo del gajo De todas las gargantas salen esa noche los vivas hasta quedarse roncos, nadie oculta su emoción y su fe.

Antonio Moreno abrió el calendario de la fiesta el sábado con su pregón sencillo y emotivo, nacido del corazón. Para el torrejoncillano elegido como pregonero, siempre es un orgullo.

Todo el pueblo participa y colabora con los Paladines de la Encamisa, patrocinadores y responsables de que la fiesta se perpetúe, En cada calle y plazuela se reviven las tradiciones de quemar las jachas (gamonitas) y encender las joritañas (hogueras) para protegerse del frío mientras se echan los vivas desde los balcones y plazuelas.

La gente espera con emoción la salida del estandarte a las diez en punto de la noche, y la entrega del mismo al acabar la procesión. En esos momentos, la plaza es un enjambre de sábanas blancas tapizando el suelo de la plaza.

Más tarde, forasteros y locales degustan el típico coquillo a la entrega de los faroles.

Ha terminado la Encamisá pero desde el día siguiente, Paladines o mayordomo empiezan a pensar en el año que viene, a la espera del mes de diciembre para festejar, con igual o más esplendor su fiesta en honor de la Inmaculada.

ROSA LÓPEZ CASERO

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