lunes, 29 de marzo de 2010

VIEJAS COSTUMBRES DE SEMANA SANTA

Quiero compartir con vosotros este artículo que, a propósito de la Semana Santa, escribí en el Periódico Extremadura. Seguro que hay detalles curiosos que algunos desconocíais.


La Semana Santa ha cambiado mucho desde hace medio siglo. Algunas de las costumbres de los años 50 han desaparecido. Seguro que a los jóvenes de 30, incluso a los de 40 años, le sonará a chino si les hablamos de la bula. ¿No habéis oído a vuestras madres y abuelas hablar de ella?
Hasta los años sesenta se iba a casa del señor cura (la gente mayor decía que había que llamarlo así) a comprar la bula.
Había variedad de bulas, todas concedidas por el Papa de Roma: la de la Santa Cruzada, la de Carne, la de Composición. La iglesia concedía diversas gracias e indulgencias a sus fieles. Hace ya muchos años que un Papa abolió estos privilegios.
Resulta que la Santa Madre Iglesia ordenaba hacer ayuno y abstinencia. No se podía comer carne ni caldo de carne durante los 40 días de la Cuaresma ni durante todos los viernes del año porque desobedecerlo era pecado mortal. Pero si tú sacabas la Bula de carne, quedabas exento de esa prohibición, con excepción del Miércoles de Ceniza y el Viernes Santo. Se expedía un documento a nombre de la persona que adquiría la bula previo pago de una peseta. El documento estaba firmado nada menos que por el Papa de Roma que era el que concedía la licencia para poder comer carne. Los viernes de cuaresma el menú en la mayoría de los hogares consistía en comer potaje con bacalao.
Claro que a los ricos les daba igual esta prohibición pues podían permitirse tomar buenos pescados y mariscos como sustitutos de la carne en esos días prohibidos. Siempre ha habido clases.
Otra costumbre ya desaparecida consistía en cubrir todas las imágenes de las iglesias con unos paños morados permaneciendo tapados mientras duraba la Cuaresma.
Las costumbres que aún perduran son el fervor de las cofradías con sus túnicas y capirotes, la teja y la mantilla, las saetas, las torrijas y las famosas monas de Pascua. ¡Ah! Y el agosto que hacen en marzo los dueños de balcones alquilándolos a precio de oro para ver pasar las procesiones.

ROSA LÓPEZ CASERO

Artículo publicado en la sección OPINIÓN de El PERIÓDICO EXTREMADURA r

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